Nada ahora, un día tal vez, al ver caer todos los minutos de la última tarde, se me ablanden los pies y salga corriendo hacia la carretera. Aunque los ojos se me aparten del camino y tenga la lengua seca, carcomida por el tiempo oscura y cruda.
No es suficiente con tocar la puerta y entrar, con dejar la llave puesta y esperar a que alguien la encuentre y luego otra vez lo mismo y así sucesivamente. Pero la espera es otra cosa, un segundo silencio del suelo, un abrupto rincón en medio de una nada sin forma, como un rectángulo inaudito, en cero.