domingo, 10 de febrero de 2008

Nada ahora,
un día tal vez,
al ver caer todos los minutos de la última tarde,
se me ablanden los pies y salga corriendo hacia la carretera.
Aunque los ojos se me aparten del camino y tenga la lengua seca,
carcomida por el tiempo
oscura y cruda.
No es suficiente con tocar la puerta y entrar,
con dejar la llave puesta
y esperar a que alguien la encuentre
y luego otra vez lo mismo
y así sucesivamente.
Pero la espera es otra cosa,
un segundo silencio del suelo,
un abrupto rincón en medio de una nada sin forma,
como un rectángulo inaudito, en cero.